Volví a la casa de mis padres y empecé a trabajar como empleada doméstica para mantener a mi hijo y ayudar a mi madre.
Mi esposo, del que huí, se negó a darme el divorcio y amenazó con llevarse a mi hijo.
Un día, en un evento de mi barrio, conocí a un miembro de la Asociación de niños y jóvenes trabajadores de Diourbel. Un joven me habló del compromiso de la asociación por ayudar a jóvenes, como yo. Me dio confianza y le conté mi historia.
Decidieron ayudarme y lograron convencer a mi marido que me concediera el divorcio y permitiera quedarme con mi hijo.
Luego, me ayudaron a cursar una formación profesional. Ahora estoy estudiando de nuevo, como era mi sueño. Y hago lo que siempre he querido: diseñar vestidos, una profesión que elegí yo".